Lunes 20
de Mayo, 2024

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Ambiente Ltda. MYMA.

Jorge Chávez-Tafur: Una trayectoria construida sobre la ética profesional

  • Saber decir la verdad, para lo bueno y para lo malo, en lo público y en lo privado, en lo personal y en los negocios. Eso es ser un buen Supervisor.
  • Hace décadas éramos jóvenes en busca de un futuro, creo que lo conseguimos, pero ha llegado el momento de que otros jóvenes asuman la responsabilidad.

 

Con 42 años de vigencia, Schmidt & Chávez-Tafur In­genieros S.R.L. (SCHT) ha marcado derroteros en la gerencia y supervisión de proyectos de construcción, optimizando de forma integral el alcance, plazos y costos de los procesos. La empresa se consolidó gracias a la perseverancia de sus fundadores, los ingenieros Jorge Chávez-Tafur y Pablo Schmidt (QEPD) quien hace tres años partió rumbo a la eternidad.

“Nos sentimos orgullosos y satisfechos de haber contri­buido a generar mayor valor para centenares de clientes y ser reconocidos como una de las empresas supervisoras más serias, honestas y profesionales del país”, comenta el Ing. Chávez-Tafur.

Haciendo una visión retrospectiva, recuerda con entu­siasmo, las alegrías y las tristezas, triunfos y sinsabores de una dilatada carrera profesional.

El 8 de noviembre pasado, cumplió 81 años. Nació en Caracas, Venezuela, donde su padre estuvo asignado. Oportunamente fue inscrito como peruano nacido en el extranjero.

Estudió en el Colegio Champagnat de Miraflores, luego ingresó a la UNI, donde se graduó de ingeniero civil en 1962. Gracias a una beca, hizo una maestría en la universi­dad de AUBURN en los Estados Unidos, presenciando con sorpresa el tumulto ocasionado por el ingreso de la primera persona de raza negra en dicha universidad.

Al volver al Perú, hizo docencia en la Universidad Agraria de La Molina, siendo colega del Ing. Alberto Fujimori, pero paralelamente seguía ejerciendo su profesión de ingeniero civil. Repetí el buen plato de la docencia en la PUCP entre el 1998 y el 2006.

Trabajó en CAPECO durante tres años, luego en otra empresa y con la experiencia adquirida decidió caminar por su cuenta y empezó a construir: “Ya tenía alrededor de 33 años y vi llegada la hora de asumir la responsabilidad directa de los proyectos”, señala con entusiasmo.

 Se asoció con un arquitecto y juntos construyeron 960 unidades de vivienda de un proyecto de 1600 casas de una inmobiliaria. “Pero yo insistía en mi vocación inicial, la Ingeniería Estructural”.

Por esas casualidades del destino, en los avata­res profesionales en el mundo de la construcción, se encontró con el Ing. Pablo Schmidt Avendaño, que había sido su profesor en la UNI. “El encuentro, después de 15 años, fue muy cordial y emotivo”, comenta el gerente.

Un día el Ing. Schmidt le pidió que le reemplazara en un trabajo de supervisión de una obra que ejecutaba J&J Camet, porque él viajaba a Alemania. Así lo hizo. Luego siguieron realizando la supervisión de diversas obras, todas ellas como per­sonas naturales.

“El Ing. Schmidt tenía 20 años mayor que yo, pero con una vitalidad increíble, hacíamos una buena dupla y los trabajos se sucedían uno tras otro”, enfatiza.

En 1979, en un almuerzo, le propuso constituir una empresa. Pero como anéc­dota cuenta lo siguiente: “Justo en ese momento, una gitana nos pidió leernos las manos. Casi sin querer, accedimos a su pedido y aquella dama nos dijo: “Ustedes son el uno para el otro, deben juntarse y trabajar unidos”.

“Fundamos la empresa con la razón so­cial Schmidt & Chávez-Tafur y hoy nuestro logo es SCHT, así empezamos a trabajar como una persona jurídica”, recuerda con la emoción que denota su rostro.

Poco a poco la empresa fue ganando experiencia y clientes, ejecutando diversas obras de la Cía. de Minas Buenaventura y de la Sociedad Minera Norperú.

Con el Ing. Schmidt fueron socios durante 40 años, profesor y alumno, ya como colegas, construyeron una magnífica amistad. “Él tenía un carácter muy fuerte, por lo que convenimos en algo muy práctico e importante: cuando yo le veía de mal humor, me iba de la oficina; y cuando él me veía de mal humor, hacía lo mismo. Por lo tanto, no chocábamos, porque para pelear “se necesitan dos personas”, dice con una sonrisa.

Hay otro aspecto muy importante en el testimonio de Chávez-Tafur: “con Don Pablo Schmidt teníamos una sólida amistad profesional, pero una buena pero escasa amistad social. Eso produjo muchos bue­nos frutos”.

Hoy, por supuesto, la oficina ha crecido en personal y los colaboradores siguen la misma filosofía de entenderse con los demás. En esta empresa no se discute, se conversa.

Todos hacen suyo los éxitos profesio­nales o personales de un compañero de trabajo o de repente algún familiar se casó, o quizá nació el primer hijo en una familia y no es raro comprobar que en los mensajes en las redes que se entrecruzan se hacen como familia SCHT. “Es una fraternidad que ha madurado con el correr de los años”, expresa el gerente.

Jorge Chávez-Tafur sostiene que el respeto y buen trato entre los colabora­dores, se traducen en el respeto y buen trato con los clientes. “Pero el respeto al cliente también se traduce en servicios de calidad y el cabal cumplimiento de los contratos”, recalca.

Este respeto y consideración de la empresa hacia sus colaboradores se puso en evidencia en los peores momen­tos de la pandemia. Se cumplió fielmente los protocolos establecidos por las autoridades, se entregaba a cada uno todos los elementos de protección, poniendo a un médico a disposición del personal. “Al ingeniero que tenía algún síntoma, se le invitaba a irse a su domicilio con su salario pagado”.

“Lamentablemente, sufrimos la muerte de un ingeniero, pero no porque se contagiara en la empresa, sino al condu­cir a su padre a un hospital. Fue un golpe muy fuerte para todos”, recuerda el ejecutivo.

Pero expresa con satisfacción que en los últimos cinco meses no se ha producido ningún contagio, a pesar de que se realizan trabajos presenciales en obras.

Sin embargo, Chávez-Tafur reconoce que no siempre han sido éxitos en la dilatada trayectoria de la empresa, hubo problemas serios con los que lidiaron, por los vaivenes políticos y económicos del país.

“Ahora mismo vivimos una incertidumbre de no saber hacia dónde se encamina el país, si estamos al borde del éxito o del fracaso. Pero hay que seguir trabajando, tratando de superar estos baches que han sido frecuentes en la historia peruana”, comenta con optimismo.

Revela que desde hace un año la empresa se encuentra en un proceso de transición, que debe concretarse pronto. “Quizá esta sea la última entrevista que le concedo como gerente. Son necesarias nuevas ideas, nuevos conceptos, gente joven”.

Señala que sus socios y colaboradores son personas totalmente identificadas con las metas y los objetivos de la empresa; además, tengo una hija y tres hijos, y siempre he recibido gran apoyo de todos ellos. Uno de mis hijos trabaja en la empresa y es parte de la actualización en marcha”, indica.

Nos insiste en la importancia de los avances en compu­tación e informática, porque así lo exigen los tiempos actua­les, por ejemplo, planillas, informes y archivos debidamente computarizadas, ya no se paga a nadie con dinero, sino a través de transferencia bancaria. “Es indispensable que la empresa aproveche los avances de la cibernética que son muy acelerados”, enfatiza.

“Mis socios y mis ingenieros jefes de obra, están embar­cados en este proceso, mi hijo que trabaja en la empresa hace ya 8 años, lidera este campo porque la nueva gene­ración que va a asumir la responsabilidad de la empresa, debe estar debidamente capacitada”, comenta.

La empresa cumplió 42 años de vigencia y se aprove­chará la ocasión para concretar el cambio generacional, muy necesario para dinamizar a la oficina y responder con éxito a los nuevos desafíos.

Todos estos cambios serán consolidados por gente joven que reemplazará a los fundadores en la conducción de la empresa, manteniendo siempre el respeto y el buen trato como valores fundamentales de la organización.

Indica que estará siempre en contacto con la oficina, opinando y orientando, desde el llano, si se quiere, porque “mis 46 años en el negocio creo que deben servir para algo”.

“No olvidamos que hace décadas éramos jóvenes en busca de un futuro, creo que lo conseguimos, pero ha llegado el momento de que otros jóvenes asuman la res­ponsabilidad”, concluye.